30 de noviembre de 2015

Alfredo Cernuda...Poeta

 

Cerezas sobre laurel blanco
 
Voy a hablar bajo como las mariposas,
llegaste con ojos de septiembre
cuajada de auroras,
mi voz tenía el cielo alto
y la tarde un túnel sin salida,
qué hermoso sueño –pensé-
llenando de eternidad mi costado.
Soñé o acaso nos soñamos
desnudos de espigas,
olvidando quiénes fuimos, quiénes somos amando,
sin más memoria en la piel
Que un aire entre las cañas,
sabías a todos mis silencios.
Y en ese recoger olas
-dichoso el cuerpo que así nace-
hallé de tu boca su leyenda
cerezas sobre laurel blanco
labios desbordando orillas.


No hay muros en la madrugada,
solo este bello morir
que me ha entregado la vida.




Carne de Estrella
 
Ay, Teresa, qué lisas las manos que te lloran.
Demasiadas palabras con forma de ataúd
largas de nieve largas de penumbra en los huesos.
Quién pronunció tu nombre como reflejo que no existe
Ella, ella es quien os mira
-desde el murmullo de un firmamento
que se extingue por dulce-
no, no hay aroma en las balas
sólo odio vacío
saliva metálica que no suavizó ninguna lengua
manos que asoman como pájaros aplastados.
No imaginéis guerra –a pesar de la guerra-
ni crespones finísimos en la cabeza que ya respiró,
imaginaos amor –a pesar del amor-
desbrozad de vuestra garganta el grito interminable
y surgirá un tiempo desnudo de días,
la tierra será una idea satisfecha que avanza
carne de estrella que –siempre besada-
nos tocará la frente con el súbito tornado
de una perla entre los dientes. 
Ay, Teresa, cuántos surcos dejó la lluvia en ese nuestro rostro.



TERESA DE CALCUTA: No me llaméis para ir a manifestaciones en contra de la guerra. Llamadme cuando hagáis manifestaciones a favor de la paz.





 
Una mujer a quien amar
 
 
Permíteme un asombro
un caracol en el rostro que sorprende
He ahí una mujer a quien amar
-proclama un brillo una sangre
quizá un sueño-

Así,

sin acabarse el mundo
mi pecho se abre en lumbres

y ama,

abrázame mientras escribo.
¿Qué palabra o cometa
transformará el iceberg más hermoso
en dos cuerpos que nunca se miran desde la espalda?
Dime, mujer a quien amar, pero abrázame
¿Qué cristal o acero –mágico por la longitud de un beso-
lucirá esa tibieza de la carne
que un ruiseñor convierte en seda?
Y en este azar -que último presiento-
donde soy tan joven como una flor que delira con sus colores
dime, mujer a quien amar,
si estás pensada para soñar en mis ojos.





 
Esa sonrisa que desordena los cielos
 
 
Te encontré al final de los inviernos
cuando las sombras se equivocan  
y en las esquinas sólo te sorprenden
recuerdos.
Tú sonreías

-o era una batalla-
con esa sonrisa tuya que desordena los cielos,
no hablamos de olvidar palabras en la almohada
ni de pájaros azules

¡Qué importa!                                                 
El silencio nos daba tantos argumentos
y una luz
y una duda y hojas secas

incluso otra mirada.

Te llamé horizonte 
incapaz de pronunciar más allá de tu nostalgia,
tú pisabas los trópicos
sintiéndome bello en los versos,
y supe que te amaría un instante
un momento
toda mi vida.

 
CANTO V - DEL AMOR Y OTROS UNIVERSOS
 
 

 Observo el silencio,
-desde el imposible no soy mente
ni pensamiento que deja sin noche a las rocas-
soy voz que despierta a los no dormidos.
Ciego ya de raíces
alimento mis manos con lluvia,
no hay cenizas en mi nombre
ni ruiseñores picoteando la cruz de mis brazos,
sólo creo en la verdad
de una mano temblando en mi pecho.


 Si amar fuera tan fácil como destruir la tierra
-o sangrar arcoíris
o llenar de centellas la boca del hombre
que hizo de nuestros sueños un violín
para que los océanos despreciaran el mar-
amaríamos sobre el azar de todo naufragio
y las sombras del atardecer serían siluetas  
buscando cielos en la piel del ombligo,
desmesuradas en el torbellino de labios,
hermosas en extremo por el vientre de la madre
que duerme al costado de una caricia
donde cualquier gesto es universo.
Juntos uniríamos esas sílabas que no existen
hasta formar islas casi tan vírgenes
como un verso sin el cobijo de otra nuca. 
Nuestras cinturas de primavera
-siendo ya tahúres con el invierno-
lo colgarían en parasoles alegres como bombillas,
y sembrando de muslos las constelaciones
olvidaríamos el caminar serio de los cocodrilos.
Qué bellas latitudes
en dos cuerpos bebiéndose el diluvio.


Oh, loco poeta sin versos
no te queda luz para otro amanecer,
el reloj sin hora aguarda.


La noche tiembla,
fulminada por la dulce cicatriz de un melocotón
que me hizo amar en defensa propia
-era tanto el ruido de sus galaxias-
Me acojo al Verbo
sin la fatiga de crear auroras,
con el vuelo imperfecto de las golondrinas de oriente
con las líneas de la mano desbocadas
y la ternura de un piano que jamás enterró sus sueños.
Los ojos de niebla avanzan entre amapolas muertas
el eco de su galope me sangra la frente
-es la única melodía que los sordos oímos-
bajo el temor de sus trompetas soy estatua sin memoria
vidas que se suceden sin hallar la voz última
aquella que clamando en el desierto
profetizó que nada posee principio ni fin.


 El círculo eterno gira, terco, infinito:
Apagada la fantasía sólo queda un aire,
un aire que no pertenece a ningún labio
ni al viento arrodillado ante las hortensias.





  
La desobediencia de las magnolias
 
 
 
Aprendo a ser desierto
bajo los ojos deshabitados de un jilguero.
Toda la memoria de mi cuerpo cabe en tu boca,
háblame, soy manso de sentimientos
manso entre pájaros impensables
que creen en la desobediencia de las magnolias
como excusa para amarnos.


A este lado del olvido es posible soñar un rostro
un gemido donde apoyar la vida,
a este lado cualquier palabra posee dos dedos de locura,
cómo no sentir aún tus labios
dibujando rastros en mi espalda,
qué fiel la soledad del pubis
atrapado en el roce de una frente que fue beso
infinito en las sienes
acaso caricia sin bordes.
Tras el latido que separa los cuerpos
la tristeza se vuelve más sangre que nunca,
es tan inútil rechazar tu desnudo.


Quizá al jilguero de ojos deshabitados se le olvidó cantar
o que después de ti, sólo nace viento en mis manos.

 
Constancia de una mejilla
 
 

Amar es siempre o constancia de una mejilla
luz de olivo
sobre estos párpados que sueltos de ríos
miden la tierra desde tu cintura.
Qué ciego el universo
separando con aire las bocas
el instante
el murmullo ya grito
ya alarido del pecho que reclama
ser fiebre, viento o jara,
ser aliento en el aliento que ama.


Amar es sentir que soy tu nombre
y esperar esa mañana.


 

Transparencias o un universo en la cintura
 
 
 
Y llegaste a mí viva en el decir
sin más virtud que una mejilla abierta en mares
-qué escándalo el deseo-
No hay error en la caricia que sorprende
solo roce y jazmines
nombrando los mil rostros del viento.
Sin el hueco de la ausencia
crecimos en cada sílaba del cuerpo
y creyéndonos amanecer que la luz desconoce
fuimos transparencia o universo en la cintura
-qué rumor de labios-



Sin preguntar cuándo te amé
y en tu piel conocí dónde duerme la luna.




 

Al principio de tu sombra
 
 
Donde la voz no sea pálida
como la escarcha de un amante en olvido,
donde la extensión del cuerpo
sea el ancho que los ojos miran,
allí,
allí donde la verdad sea viento
y el viento agua, y agua tu piel
descifrando el lenguaje de mis labios,
allí seré la hermosura del erizo
que nadie conoce o intuye en la frente tan alta,
seré la orilla donde duerme el mar
para soñarse océano
y reflejarse en el brillo de los peces.
Allí,
donde un cielo cansado de infinitos
se desprenda de horizontes
para sentirnos a la distancia de una mano.


Allí donde te busqué una vida
allí donde te amé
allí,
al principio de tu sombra.






En la piel de todos tus mares

 

 
Y allí
en la piel de todos tus mares
surgirá el caos.
Creerás que el poeta es azar
que nació de los ojos húmedos de las nubes
o de la voz intensa de la rosa,
pero mi nombre te viene de lejos
de cuando las estrellas aún se equivocaban.
Inmensa sentirás la vocación del deseo
acudiendo a estas manos que te disputan
con la alegría de quien fue silencio.


Y enferma de cielos
me darás a besar tu cuerpo
con el desorden de las cerezas,
existiremos en las ingles que se sueñan palomas,
en la rotundidad de unos labios que hallarán su querer
sobre ese ombligo donde la vida se detiene.
Qué dicha amar la quietud de nuestro desnudo
mientras la memoria es un pecho que ya no solloza.


No tardes,
olvidaste la sonrisa en mi boca.


   




No me habléis de cielos
 
 
 
En la oscuridad recién cortada
me entregué a la eternidad de su nombre,
llené el espacio de aquel grito que me amó
con el lenguaje de las estrellas dormidas
-desde el borde de un dolor que se siente único-
con mi voz que fue suya cuando el beso ignorando fatigas
recorría nuestro cuerpo desde los trópicos.


Y en ese vivir atónito de dos siglos o de una tarde
sobre su pecho de golondrina
descubrí que el mundo perdía la geometría
para extinguirse en mis hombros.


No me habléis de cielos
yo estuve en su piel.





 

La sombra que sostiene el universo
 
 
En la quietud del silencio busco una pausa,
conocer lo profundo
que nunca será mi nombre
ni la forma en que acogen mis brazos
sino la esencia del pensamiento que no existe
que no se halla.


Cuánta distancia implica la tormenta del grito.
El mundo sucede en la mente que no entiende y desea,
quien muere al hombre respira,
se alza en la energía de un cuerpo que aún no es
para olvidar al pensador y ser.


Y siendo conoces o amas,
creas espacios en la mirada
en la armonía que responde,
entregas vida a la vida.
En la quietud soy sabio,
tan sabio que soy capaz de escuchar
la sombra que sostiene el universo
o el desnudo de la rosa.

Cuando busco el silencio siempre me encuentro
y eternamente, amo.





 

Y fui amor
 
 
 
Y por un instante fui viento,
esencia de nieve sobre el brazo
que aun helado anhela de un rostro su orilla.


Y en lo más hondo de una mano
fui mayo saliendo de abril,
y cielo de un limonero
donde parten las olas y duerme la luna.
Fui mancha en un verso con escamas
y furtivo en la serenidad de esos senos
que enmudecen labios por donde besan lo desnudo.
Fui borde de la estrella que no te llama por el nombre.

Después te vi sentada junto a la rosa
y supe que fui amor.

 
 
 
 


Desde la locura


 
Quizá la locura haya muerto
aunque el pie se niegue a abandonar
los gemidos que consumimos en su huella,
pero qué nos ofrece el olvido                                  
más allá de un paisaje sin sangre,
de latidos tenues incapaces de parir una hoguera
donde desgarrar el temor
que impide ser destino en otros labios.



Imagina que azul no es un color
sino el diálogo de tu desnudo
contando noches en la madrugada.
Acaso hay algo más bello
que la languidez de un cuerpo besado.


Imagina que azul no es horizonte
sino la emoción que cabe en una boca
sobre el pecho que encuentra y conoce.
Cuánto viento éramos
al principio de todos los verbos.


Sólo desde la locura
se guardan acacias en los bolsillos
para amar en su sombra.


 

 
Desnudo de vida y lumbres
 
 
Qué difícil ser mar
o espejo que no encuentra.
Mi nombre está vacante
heredado por la tierra,
nadie me piensa, no dicen:
ese es quien no supo ser amado y amó.
Cómo añadir más noches a la noche
cuando eres olvido
ni siquiera frío
o espalda en las esquinas de esa niebla
donde la transparencia de las palabras es                                
viento.
El infinito no existe
yo sólo he visto el caos de un limón
cortado en gajos que desconocen mi boca
y a veces una acera tan estrecha que ya no llora,
ese es mi lugar
lejos del murmullo que surge de un rostro,
desnudo de vida y lumbres,
en la soledad profunda de ese ángulo
donde no cabe la ausencia
ni el sonido a sangre de otro cuerpo.
Qué difícil ser ceniza
aunque nadie te respire
ni alce a tu lado un pensamiento vacío.
Yo tuve un suspiro o una tregua
y en sus labios ilimitados fui joven
tan joven que ya no quiero ser.
Qué mano amiga me mostrará el camino
del abismo que el pie rechaza
para convertirme en idea
o en destello
o en lagrima sobre un pecho triste.


Cuánto duele la cordura
en el intervalo oscuro de un parpadeo.





Memorias del viento
 
 
Voy a desahuciar al alba
por hacerse mañana sin ti,
creyó que la sonrisa de mi almohada
era olvido y no refugio,
refugio donde soy cuando en tu sueño nazco
lejos de la verdad que duele
pero no se toca,
que se alza como destino intolerable
despreciando el sabor de un beso
que pusiste en mis ojos de hombre que ignora.
Ahora soy niño y todo lo sé,
sé que mi sombra arrebata a las rosas
que el deseo es agua que se desboca en tu aliento
que una mano sola posee tantas caricias
como memorias del viento
en las alas de un pájaro que ama.
El amor que piensa no siente
y en esta vida estrecha por el pecho que duerme
negarás el sol que se desnuda en otros cielos
si no desahucias al alba
que se hizo mañana sin mí.





 
Dejad que ame
 
 
Dejad que quiebre el aire
que no sea aliento en la caricia,
el aire que no adivine el peligro
de una sonrisa distraída en la nuca.
Dejad que olvide estos ojos
que arrastran con su lumbre hacia la noche
y convierten en horizonte los cuerpos.
Dejad que ame
no sólo el desnudo sino la espuma,
el sonido que se yergue estatua en un pecho
y hace de la piedra su canción
por no acumular el dolor de luz que lo ignora.
Dejad que ame con los oídos
con la piel,
con el verbo,
que ame las caderas anchas de la aurora
o el estrecho talle del lirio,
dejad que ame al ser
pues en él existe el fuego del mundo,
la alameda azul donde siempre somos
y ya nunca seremos.





Creo
 
 
Creo en el silencio para amar,
en la alegría que agita las sombras
de esa boca que duerme
repitiendo un nombre que niega al olvido.
Creo en vuestras manos,
en cómo bajarán las nubes
para que la carne deje de ser piedra
y sea grito
y hoja
y voz que se levantará entre luciérnagas.
Creo en la cara del viento que desnuda al amor,
que lo convierte en cristales sin filo
en la huella de una sonrisa con tantos mares
que el agua se hace camino.
Creo que nunca hay fatiga
en un párpado que se abre al misterio
que el horizonte ya sólo es espalda
que el mundo cabe en un beso,
y digo que creyendo en vosotros en mí creo
pues sólo soy en vuestra mirada
y todos somos el mismo verso.





  
Sombras
 

A golpe de lirios se desnuda
cuando cierro los ojos,
y en esas sombras amantes
hasta las palabras que no pronuncia
abren espacios en el silencio.
La oscuridad se estremece,
su piel se hace aurora
y traza sonrisas en el aire
llenándome de memoria las manos.
Nada tiene nombre
cuando dos cuerpos se desbocan.



No entiendo la oscuridad sin sus labios,
la luz sólo es vértigo.





Cuando tu boca se perfila en luna

 
Me huye hasta la vida cuando te sueño
y sólo me acompaña la locura
de un arañazo que dejó tu empeño
en esa mirada que en mí respira.


Me huye hasta la sangre mientras te siento
haciéndote horizonte en mi fortuna,
convirtiendo mis gemidos en viento
cuando tu boca se perfila en luna.


Como una sonrisa vuelves y te vas
dejándome entre eclipses encendidos
y la piel de un secreto que ocultabas.


Si ya quebramos cristales prohibidos
no temas regresar a mis heridas,
en el amor nunca hay rostros vencidos.
 
  
Autor: Alfredo Cernuda
Su Web:


 
 
 

 


2 comentarios:

Alfredo Cernuda dijo...

Muchas gracias por publicarlos en tu blog. Yo voy a estar un tiempo alejado de las redes. Espero que nos sigamos leyendo a la vuelta. Un fuerte abrazo.

El Sentir del Poeta dijo...

Alfredo, gracias.
Que la vida te sonría, te deseo éxito en todo lo que emprendas.
Te sigo leyendo.

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